INTRODUCCIÓN
Ninguna actividad
humana dura tanto como las artes plásticas, y nada de lo que sobrevive del
pasado es tan valioso para comprender la historia de la civilización. Durante muchos milenios, el conocimiento que
hemos ido acumulando acerca de las costumbres y creencias de la Humanidad dimana de las
obras de arte que han llegado hasta nosotros, y, dentro de la historia del
mundo, sólo en época relativamente reciente el documento escrito acude en
nuestra ayuda. Sin embargo, aunque estos
vestigios de la sensibilidad y de la expresión han sido estudiados
exhaustivamente a causa de la información que nos proporcionan, la naturaleza
real de la actividad humana que llamamos estética y que resucita tales objetos,
continúa siendo un problema psicológico. Se ha prestado mucha menos atención a la
génesis social del arte. Y a este último
problema he consagrado esta obra.
Sólo podía tratarse
adecuadamente este tema, con todas sus derivaciones, en una obra de dimensiones
enciclopédicas. Hubiera sido necesario
repasar toda la historia del arte y mostrar, fase por fase, cómo cada estilo y
género se originaron a partir de las condiciones climáticas y económicas de una
época y lugar determinados, y, cómo el arte como expresión de saber y de las
aspiraciones humanas, se convirtió en el modelo general de la cultura
predominante. Sin duda, un genio
eminente emprenderá algún día esta tarea que en efecto debería ser una
interpretación de la Historia
en todos sus aspectos culturales. De
momento vamos a limitarnos a proyectos menos grandiosos. Intento, pues, explorar el carácter general
de las semejanzas que, es de suponer, existen entre las formas que la sociedad
toma en un período determinado y las formas del arte contemporáneo. Este es todavía un tema suficientemente
vasto, acerca del cual debo hacer algunas aclaraciones preliminares. Tenemos que distinguir, en primer lugar,
entre el arte como factor económico, o sea, el arte en cuanto cualidad
inherente a los objetos producidos para satisfacer unas necesidades prácticas y
el arte como expresión de ideales, aspiraciones espirituales y mitos, es decir,
el aspecto ideológico del arte. La
teoría de que tales aspectos son también, en cierto modo, un reflejo de las
relaciones prevalecientes de la producción económica, es una proposición
general con la cual estoy totalmente de acuerdo. Pero, para ilustrar con un ejemplo simple la
distinción a que me refiero, los factores que dieron lugar a que se
construyesen las catedrales en la Edad Media ,
y los que determinaron la forma particular de tales edificios, no son
necesariamente los mismos. Pueden
representar, en efecto, procesos de desarrollo que sean en substancia
completamente diferentes.
La naturaleza esencial
del arte no reside ni en la producción para satisfacer unas necesidades
prácticas, ni en la expresión de unas ideas religiosas o filosóficas, sino en
la capacidad del artista de crear un mundo sintetizado y consciente de sí
mismo, el cual no es ni el mundo de los deseos y necesidades prácticos, ni el
de los sueños y la fantasía, sino un mundo compuesto de estas contradicciones,
es decir, una representación convincente de la totalidad de la experiencia, una
manera, pues de afrontar la percepción que el individuo tiene de algún aspecto
de la verdad universal. Se ha puesto de
moda definir el arte como una actividad dialéctica; tal definición contrapone
una tesis, la razón, con su antítesis, la imaginación, y desarrolla una nueva
unidad o síntesis donde se reconcilian las contradicciones.
Los sociólogos han
hecho ya, en cierto modo, un repaso de las diversas formas que ha tomado la
sociedad y de los tipos de arte correspondientes a ella; gracias a esto se ha
logrado dar un cierto orden a los fenómenos que nos proponemos estudiar. Mi estudio será mucho más deductivo, es
decir, comienzo estableciendo una tesis que espero demostrar, una tesis sobre
la naturaleza del arte y la función de éste en la sociedad. Creo que se ha producido una crisis
específica en el desarrollo de nuestra civilización, en la cual la naturaleza real
del arte corre el peligro de desaparecer en la confusión y el mismo arte corre
el peligro también de perecer a causa del mal uso que hacemos de él. No es, en resumen, un problema de
indiferencia: como lo prueba la
Historia del Arte en Inglaterra, puede sobrevivir a la
indiferencia. Más bien se trata del
hecho de forzarlo a sacar falsas conclusiones morales, de confundirlo, al arte,
que es una facultad de la intuición con otras formas de juicio intelectual, de
subordinarlo no solamente a doctrinas políticas, sino también a puntos de vista
filosóficos. Al contrario sostendré que
el arte es una actividad autónoma, influenciada como todas nuestras actividades
por las condiciones materiales de existencia, pero que, como modo de
conocimiento, es a la vez su propia realidad y su propio fin. El arte se encuentra necesariamente en
relación con la política, la religión y todos los demás modos de reaccionar
ante nuestro destino humano. Pero como
forma de reacción es distinto, y contribuye con pleno derecho al proceso de
integración que conocemos con el nombre de civilización o cultura.
READ,
Herbert, Arte y sociedad, Península, Barcelon, 1977, 3ª ed. /1936/, pp. 13-15
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