miércoles, 19 de marzo de 2014

Introducción a ARTE Y SOCIEDAD de Herbert Read

INTRODUCCIÓN

Ninguna actividad humana dura tanto como las artes plásticas, y nada de lo que sobrevive del pasado es tan valioso para comprender la historia de la civilización.  Durante muchos milenios, el conocimiento que hemos ido acumulando acerca de las costumbres y creencias de la Humanidad dimana de las obras de arte que han llegado hasta nosotros, y, dentro de la historia del mundo, sólo en época relativamente reciente el documento escrito acude en nuestra ayuda.  Sin embargo, aunque estos vestigios de la sensibilidad y de la expresión han sido estudiados exhaustivamente a causa de la información que nos proporcionan, la naturaleza real de la actividad humana que llamamos estética y que resucita tales objetos, continúa siendo un problema psicológico.  Se ha prestado mucha menos atención a la génesis social del arte.  Y a este último problema he consagrado esta obra.

Sólo podía tratarse adecuadamente este tema, con todas sus derivaciones, en una obra de dimensiones enciclopédicas.  Hubiera sido necesario repasar toda la historia del arte y mostrar, fase por fase, cómo cada estilo y género se originaron a partir de las condiciones climáticas y económicas de una época y lugar determinados, y, cómo el arte como expresión de saber y de las aspiraciones humanas, se convirtió en el modelo general de la cultura predominante.  Sin duda, un genio eminente emprenderá algún día esta tarea que en efecto debería ser una interpretación de la Historia en todos sus aspectos culturales.  De momento vamos a limitarnos a proyectos menos grandiosos.  Intento, pues, explorar el carácter general de las semejanzas que, es de suponer, existen entre las formas que la sociedad toma en un período determinado y las formas del arte contemporáneo.  Este es todavía un tema suficientemente vasto, acerca del cual debo hacer algunas aclaraciones preliminares.  Tenemos que distinguir, en primer lugar, entre el arte como factor económico, o sea, el arte en cuanto cualidad inherente a los objetos producidos para satisfacer unas necesidades prácticas y el arte como expresión de ideales, aspiraciones espirituales y mitos, es decir, el aspecto ideológico del arte.  La teoría de que tales aspectos son también, en cierto modo, un reflejo de las relaciones prevalecientes de la producción económica, es una proposición general con la cual estoy totalmente de acuerdo.  Pero, para ilustrar con un ejemplo simple la distinción a que me refiero, los factores que dieron lugar a que se construyesen las catedrales en la Edad Media, y los que determinaron la forma particular de tales edificios, no son necesariamente los mismos.  Pueden representar, en efecto, procesos de desarrollo que sean en substancia completamente diferentes.

La naturaleza esencial del arte no reside ni en la producción para satisfacer unas necesidades prácticas, ni en la expresión de unas ideas religiosas o filosóficas, sino en la capacidad del artista de crear un mundo sintetizado y consciente de sí mismo, el cual no es ni el mundo de los deseos y necesidades prácticos, ni el de los sueños y la fantasía, sino un mundo compuesto de estas contradicciones, es decir, una representación convincente de la totalidad de la experiencia, una manera, pues de afrontar la percepción que el individuo tiene de algún aspecto de la verdad universal.  Se ha puesto de moda definir el arte como una actividad dialéctica; tal definición contrapone una tesis, la razón, con su antítesis, la imaginación, y desarrolla una nueva unidad o síntesis donde se reconcilian las contradicciones.

Los sociólogos han hecho ya, en cierto modo, un repaso de las diversas formas que ha tomado la sociedad y de los tipos de arte correspondientes a ella; gracias a esto se ha logrado dar un cierto orden a los fenómenos que nos proponemos estudiar.  Mi estudio será mucho más deductivo, es decir, comienzo estableciendo una tesis que espero demostrar, una tesis sobre la naturaleza del arte y la función de éste en la sociedad.  Creo que se ha producido una crisis específica en el desarrollo de nuestra civilización, en la cual la naturaleza real del arte corre el peligro de desaparecer en la confusión y el mismo arte corre el peligro también de perecer a causa del mal uso que hacemos de él.  No es, en resumen, un problema de indiferencia: como lo prueba la Historia del Arte en Inglaterra, puede sobrevivir a la indiferencia.  Más bien se trata del hecho de forzarlo a sacar falsas conclusiones morales, de confundirlo, al arte, que es una facultad de la intuición con otras formas de juicio intelectual, de subordinarlo no solamente a doctrinas políticas, sino también a puntos de vista filosóficos.  Al contrario sostendré que el arte es una actividad autónoma, influenciada como todas nuestras actividades por las condiciones materiales de existencia, pero que, como modo de conocimiento, es a la vez su propia realidad y su propio fin.  El arte se encuentra necesariamente en relación con la política, la religión y todos los demás modos de reaccionar ante nuestro destino humano.  Pero como forma de reacción es distinto, y contribuye con pleno derecho al proceso de integración que conocemos con el nombre de civilización o cultura.


READ, Herbert, Arte y sociedad, Península, Barcelon, 1977, 3ª ed. /1936/, pp. 13-15

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